A cada cual mas reluciente
Buscando aquella que un día me enamorase.
Conocí infinidad de luceros
en las fronteras abiertas de las calles,
entre camas deshechas donde se versaban amores.
Fui cuerpo de muchas almas
donde las palabras no tenían precio,
un buen samaritano
que pagaba con la "visa" a esculturales mujeres
por escucharnos gemidos entre los muslos.
Harto quede de visitar lugares sin nombre.
Donde hablaban en voz alta
hasta los cadáveres
con la ilusión de encontrar esa estrella
que iluminaría mi vida por y para siempre.
Un día hablando al silencio
en un punto del camino de mi desolada existencia
que a ningún lugar me llevaba,
mientras los minutos pasaban desesperados
haciéndose eternidad las horas
descubrí una estrella apagada.
La encontré en la calle sentada en aquella acera
con su cuerpo envuelto en polvo y gravilla
en una ciudad que era rojo infierno
casí sin vida..., sola y vencida
sin aliento, sin fuerza
con su estrella rota
temblorosa
vacía.
La extendí mi mano
que ella sujetó delicadamente
como si fuese un ramo de claveles
sintiendo el pálpito de su pulso acelerado
inseguro..., tan indeciso y titubeante
que llegó hasta las calles vacías de mi alma.
Éramos dos estrellas sin luz..., apagadas
Nuestros vértices se tocaron con los dedos
y una explosión de vibraciones
hicieron temblar los capiteles del cielo,
y las sombras sigilosas de la ciudad
nos descubrieron inseparablemente cohesionados.
Dos estrellas que estabamos fundidas
borramos los días grises de sombras opacas.
Hoy lucimos más que el sol
viviendo con ilusión la buena suerte
que nuestra buena estrella nos deparó
en el incendio que supuso nuestro tórrido amor.
0 Comments:
Post a Comment